Diario del Juicio
“Tuve que disfrazarme otra vez de Oscar”
Audiencia N°88, 22 de noviembre de 2022. Juicio “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y “El Infierno”, de Avellaneda.
Redacción
Comienza una jornada atípica, la audiencia se realiza a las 10:30, dos horas más tarde de lo habitual debido al partido debut de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar 2022. En esta ocasión declaran Santos Boria, Eduardo Castellano y Valeria del Mar Ramírez, primera querellante travesti-trans en un juicio de lesa humanidad.
Inicia con su testimonio Santos Boria, quien lo hace por primera vez ante un tribunal y desde Italia, país en el que vive desde hace varios años. Boria tenía 25 años y era delegado en Peugeot cuando, entre Septiembre de 1977 y Febrero de 1978, fue secuestrado de su casa en Claypole, donde vivía temporalmente con su esposa.
El testigo señala que fueron cuatro las personas que lo secuestraron y que estaban vestidas de civil, aunque para él se trataba de policías. “Me vinieron a buscar a casa a las 3 de la mañana, me cargaron en un coche grande Ford Falcon y me llevaron al Pozo de Quilmes. Ahí me torturaron y me preguntaron cosas que no sabía”, relata.
En esa línea, Boria cuenta que lo llevaron vendado y atado de manos hacía el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) de Quilmes, pero que pudo reconocer el lugar por lo que veía desde el suelo del auto. Declara que fue torturado de forma inmediata con picana eléctrica e interrogado por la actividad productiva de la fábrica, su afiliación política y compañeros de trabajo.
Manifiesta que en el lugar pudo reconocer a Guido, un ingeniero mecánico; los hermanos Favazza; Vicente Fiore; una pareja de ancianos de más de 60 años provenientes de Bernal; una nena de entre 13 y 14 años; y su compañero Mali, quien era electricista.
Recuerda que le dijeron que lo iban a liberar y que lo hicieron con la amenaza de que se fuera del país. “Estaba asustado, no sabía que iba a pasar”, expresa.
La abogada de defensa Carmen Ibáñez interrumpe su testimonio para decir que el testigo está acompañado de una mujer. Ricardo Basílico, miembro del Tribunal TOF Nº 1 de La Plata, interviene diciendo que notó lo mismo, pero que no registró que fuera con mala intención, ya que recibía ayuda con algunas palabras que no recordaba y mencionaba en idioma italiano. En ese sentido, le agradece la ayuda a la acompañante e informa que no hace falta ese nivel de precisión en su relato.
El declarante retoma la palabra diciendo que el Consulado de Italia le había recomendado salir del país, y agrega: “Y me fuí, porque tenía miedo”. Al finalizar su declaración, Carmen Ibáñez le consulta sobre los apuntes que leyó en algún momento de la audiencia. Le pregunta quién los escribió y si recibió ayuda, a lo que Santos Boria contesta que son exclusivamente de él. “Son cosas sueltas que me sirven para memorizar”, explica.
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Continúa la audiencia con el testimonio de Eduardo Castellano, quien declaró en juicios por la verdad, entre ellos en uno que tenía como principal acusado a Miguel Etchecolatz. El segundo testigo fue secuestrado en enero de 1976, en ese entonces tenía 21 años y alquilaba una casa en Avellaneda, a cuatro cuadras de “El Infierno”.
Castellano había venido desde Tucumán hace poco tiempo debido a la persecución previa al Golpe de Estado. Cuenta que en el operativo montado en su casa le descubrieron las revistas “El Combatiente”, del ERP; “El Descamisado”, de Montoneros; y una máquina de escribir.
Relata que pudo identificar al CCDTyE de Avellaneda por el ruido de las sirenas de la estación de bomberos y de los trenes que se encontraban cerca. Cuenta que fue torturado mientras lo acusaban: “Así que vos andas haciendo esos asaltos comando, estas mandando comunicados a tus compañeros de la guerrilla con la máquina de escribir”.
Durante su período de detención asegura que sintió la presencia de un médico, y de haber visto a tres mujeres embarazadas y dos señoras mayores. “Acá caen todos, traen a cualquiera”, recuerda que pensó. Ante la pregunta de si escuchó los nombres de los represores, menciona a Flores; García; Cuasi; Jesús; Palito o Papi; y “El Negro” Gómez, también conocido como “el rompe techos” por su accionar en los operativos que hacía. Todos ellos pertenecientes a la policía bonaerense.
En junio lo llevaron al Pozo de Banfield, Castellano no sabía que se llamaba así cuando lo trasladaban en coche: “Tirado ahí pensaba ‘me van a matar y me van a tirar a un pozo’”, revive.
Estuvo ahí 15 días en una celda, fue interrogado y tenía menos comunicación que antes. Finalmente, lo localizaron y legalizaron mediante un hábeas corpus que presentó su madre, y pasó por varios lugares: el penal de Olmos, Mar del Plata, Caseros y Villa Devoto, donde recupera su libertad con la vuelta de la democracia.
Comenta que hace poco fue a El Infierno para una inspección ocular y que pudo reconocer la sala donde lo torturaron. Recuerda haberse sorprendido de verla tan cambiada, y que eso se debía a que era habitada por un comisario. “Miro al comisario y le digo ‘señor en este lugar en que usted duerme torturaban a mucha gente y hoy ya no está, está desaparecida’”, cuenta emocionado.
Castellano reafirma su compromiso tras lo que le pasó: “Mi último deseo es hacer justicia por ellos que no pueden declarar, somos la voz de algunos de ellos”.
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Es el turno de Valería del Mar Ramírez, primera querellante en representación del colectivo travesti-trans en un juicio de lesa humanidad. En 1977, año en el que fue secuestrada, Valeria tenía 20 años y era trabajadora sexual en Ruta 4, Camino de Cintura. Meses atrás, había sido detenida con sus compañeras y liberada a los pocos días.
La testigo cuenta que dos personas con uniformes verdes y borcegos se la llevaron en un Falcon junto a Romina, su compañera de trabajo. “Recién llegamos, no estamos haciendo nada”, cuenta que les explicó. Relata que no les querían decir donde las llevaban y que les pegaban constantemente.
Afirma que las trasladaron al Pozo de Banfield y que allí un hombre con el uniforme de la policía bonaerense -“gordo, petizo, con entradas y pelo peinado para atrás”- agarró un teléfono para dar un aviso: “Acá tienen las cachorras que habían pedido”.
A Valeria la dejaron en el primer calabozo y supone que a Romina en “algún otro”. Cuenta que fue abusada y maltratada de forma sistemática por varios policías. “No entiendo porque estoy acá”, era el pensamiento recurrente que tenía.
Recuerda haber visto mientras se bañaba a una chica con señales de haber dado a luz, y de haber escuchado a un bebé llorar. “Aparece una milica que le dice -a la mujer- que agarre un balde y se ponga a limpiar la mugre que había hecho -la sangre de su parto-”, reconstruye y cuenta que atinó ayudarla a apoyarse en una pileta, pero que fue arrastrada de los pelos “por toda esa sangre” hacia una celda.
En el Pozo de Banfield estuvo 15 días hasta que sus amigas lograron dar con su paradero a través de un hábeas corpus. Fue liberada de noche y volvió sola a su casa. A pedido de su madre, se contactó con su abogado, quien le advirtió que no vaya más a Camino de Cintura porque “la tienen” como “la cabecilla de las chicas”. Ante esta situación, sus compañeras quisieron hacerle frente, a lo que Valeria recuerda que les explicó que ellas no tenían “ningún derecho” y que “los derechos siempre iban a estar a favor de ellos”.
Se quedó en una casa en Rafael Calzada unos días hasta que se mudó a la casa materna, en Belgrano. “Tenía miedo. Donde me veían, me iban a matar. Iba a ser un traba menos, un puto menos ¿Quién lo iba a reclamar? La familia nada más. Entonces me corté el pelo y tuve que disfrazarme otra vez de Oscar”, sostiene.
Valería tiene 66 años y al día de hoy sufre las secuelas que le quedaron. De Romina sólo supo que tuvo VIH y que “los abusos en Banfield la complicaron aún más”. La primera vez que declaró fue en la Secretaría de Derechos Humanos, donde omitió contar los detalles del horror que vivió. “Tenía vergüenza y miedo de que no me creyeran», concluye.
La audiencia pasa a un cuarto intermedio y continúa el martes 29 de noviembre a las 8:30 horas.
Cobertura realizada por Noelia Ruiz.
Diario del juicio. 22 de noviembre de 2022. “TUVE QUE DISFRAZARME OTRA VEZ DE OSCAR”. Recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1441