viernes 19 de abril de 2024
Edición Nº2321
Actualidad » 16 ago 2018

Trabajo de investigación

El dolor social de nuestro tiempo

Es una serie de trabajos que vinculan el contexto sociocultural con los procesos intrapsíquicos. El trauma colectivo, la acción reparatoria de los juicios a los genocidas, la vulneración del derecho a la identidad.


Un equipo de psiquiatras y psicólogos realizó un profundo trabajo de investigación sobre las violencias sociales y los derechos que ellas vulneran. Lo han hecho poniendo el foco en diversos aspectos: desde los efectos sobre el psiquismo de la desocupación-exclusión a partir de políticas económicas de concentración de la riqueza hasta diversas aristas del terrorismo de Estado. El trabajo fue compilado por el psiquiatra y psicoanalista Néstor Carlisky, la psicóloga Nilda Rodríguez Rafaelli y el médico y ex residente de Psiquiatría en el Hospital Borda Juan José Falcone. Los tres son autores de algunos de los trabajos que compilaron en el libro El dolor social de nuestro tiempo (Lugar Editorial), que se presentará hoy a las 21, con la presencia de la coordinadora del Centro de atención psicológica por el Derecho a la identidad de Abuelas, Alicia Lo Giudice; Néstor Carlisky y la psicoanalista francesa Janine Puget, en la Asociación Psicoanalítica Argentina (Rodríguez Peña 1674). La publicación traza un cruce entre derechos humanos y psicoanálisis, a través del cual diversos investigadores abordaron temáticas como el trauma colectivo y la reparación social, la guerra y los esfuerzos pacifistas que la enfrentan, la acción reparatoria de los juicios a los genocidas del terrorismo de Estado en la Argentina, la vulneración del derecho a la identidad y la tarea reparatoria de Abuelas de Plaza de Mayo con los nietos privados de su identidad. El marco del que partieron fue a partir de la vinculación del contexto sociocultural con los procesos intrapsíquicos. “Ni el psicoanálisis puede disociarse del contexto sociocultural en el que se ejerce o se lo piensa ni las ciencias sociales pueden excluir de su mirada las motivaciones inconscientes en juego. Este es el enfoque con el que estudiamos en este libro”, señala Carlisky en la entrevista con PáginaI12, de la que también participan los otros dos compiladores del libro.

–¿Por qué el contexto del mundo puede producir cambios importantes en el aspecto afectivo de la personalidad de los individuos?

Nilda Rodríguez Rafaelli: –Una persona vive en el mundo y las nuevas corrientes del pensamiento psicoanalítico tienden a tomar en cuenta, más allá de la realidad psíquica, la incidencia de la realidad material objetiva en los procesos del psiquismo, que permanentemente están en un ida y vuelta. Por eso, un ambiente más favorecedor o más favorable genera otro tipo de fenómenos que un ambiente hostil para lo que es la supervivencia y para la relación del lazo social.

Juan José Falcone: –Estoy de acuerdo, pero pienso que, a mi entender, el psicoanálisis estuvo muy sujeto a lo que se denominaba “mundo interno” en los primeros cincuenta años del siglo XX y un poco más adelante; diría hasta el 70.

–¿Cómo se puede analizar desde el psicoanálisis la frase que Mauricio Macri hizo en campaña de que con él “se va a terminar con el curro de los derechos humanos”? ¿Qué efectos creen que pudo producir en quienes fueron víctimas directas de la dictadura?

N. R. R: –Tomando el trabajo que hicimos nosotros sobre los juicios reparatorios en las víctimas del terrorismo de Estado, esta frase con lo que esto conlleva estaría produciendo el efecto contrario. Estaría de nuevo reactivando una situación traumática y una situación que aparentemente se presentaría desde el enunciado sin salida porque está rompiendo con una legalidad que se instauró, se instaló por medio del aparato legal, que no fue uno especial.

N. C.: –Yo agregaría que va en contra de la reparación del daño causado y que aporta a un clima contrario a esa posibilidad de reparación. Macri expresó su desinterés por el tema y su ataque a la posibilidad de intentar Memoria, Verdad y Justicia.

N. R. R.: –Yo iría un poquito más allá: levanta la voz de los represores. No es una frase inocente.

–¿Esa frase está en consonancia con la caracterización de “locas” que hicieron los militares de las Madres de Plaza de Mayo?

N. R. R.: –Absolutamente, es en la misma línea. En la medida en que se denigra la lucha por los derechos humanos lo que queda es justamente la reivindicación de lo que fue el terrorismo de Estado.

–¿Estos dos casos son ejemplos de violencia simbólica?

N. R. R.: –No es simbólica. Es algo que resuena y como resonancia pasa directo a lo que es el inconsciente, a lo que es la formación de opinión. Si fuera simbólica sería otra cosa porque generaría pensamiento y está apuntado a que no se genere el pensamiento, a que se reaccione en forma automática.

N. C.: –Y expresa un desprecio por el tema: “No se metan en eso porque es un curro”.

–¿Uno de los efectos psicológicos que produjo la dictadura a nivel social fue el denominado “trauma colectivo”?

N. C. –Los traumas colectivos, es decir, los traumas sociales tienen algunas características comunes con cualquier otro tipo de trauma. Pero el trauma social tiene un carácter más masivo de repercusiones y generalmente de cantidad de víctimas de la situación. El terrorismo de Estado tiene una connotación diferente que los traumas sociales que pueden surgir de un terremoto, por ejemplo, porque en este último caso puede haber solidaridad, puede no haber dudas de cualquier sector político y hay apoyo del Estado. En cambio, en los otros traumas sociales puede haber muchas veces situaciones donde personas significativas en la sociedad pueden decir: “No se preocupen por eso”, “Está bien que haya ocurrido”, como cuando se denigra a las Madres de Plaza de Mayo o cuando el presidente habla del “curro de los derechos humanos”.

N. R. R.: –En primera instancia, diría que es un sector de la sociedad que lo sufre. Yo personalmente creo que es toda la sociedad la que lo sufre porque es una sociedad que queda partida, dañada y con condiciones de funcionamiento que no son las óptimas.

–¿Cómo se trabajan los duelos especiales en este tipo de caso?

N. R. R.: –Tenemos una discusión entre los psicoanalistas sobre el concepto de duelo y el de duelo especial. Hay quienes dicen que estos son duelos comunes, como cualquier otro. Nosotros sostenemos que no es un duelo común: es un duelo especial.

N. C.: –Para la persona individual y particular puede ser algo con características propias de cualquier duelo, en el sentido de pérdida dolorosa. Hay duelos que son más traumáticos que otros, diría yo. Un duelo propio de una situación de desaparición de un familiar es un duelo, en algún sentido, diferente porque no existe la posibilidad de duelar, por lo menos algunos aspectos del duelar; es decir, de poder hacer un funeral, que es como un rito ancestral que desaparece en situaciones como esa. En ese sentido, creo que tiene características específicas.

–¿Cuáles describiría?

N. C.: –Básicamente, la condición de desaparecido limita o impide la posibilidad de llegar a un duelo reparatorio. Y recién se puede duelar cuando aparece la posibilidad de justicia, o la posibilidad de duelar cuando se recuperan los restos, o cuando existe un juicio donde se condene y vaya a la cárcel el asesino.

–¿El reconocimiento de la muerte del desaparecido fue importante para la elaboración del duelo de sus familiares?

N. C.: –Sí. Frases tan crueles y terribles, como la que dijo Videla de “No están ni vivos ni muertos sino solamente desaparecidos” les quitan la posibilidad de registrar la situación de muerte, el registro concreto y objetivo de una pérdida irreparable. Siempre puede quedar la ilusión, la esperanza, la sensación de desconcierto que limita de forma tal que limita la posibilidad de duelo.

–¿Los juicios a los represores produjeron un efecto resubjetivante en los sobrevivientes?

N. R. R.: –Reparatorio, seguro.

N. C.: –Es muy común en las víctimas, incluso en familiares de víctimas sentir culpa, una culpa que no tiene ninguna explicación racional lógica: la culpa de haber sobrevivido, la culpa de qué se hizo o no se hizo para que se llegara a esa situación, que alguien querido fuera asesinado. En ese sentido, que haya justicia tiene un efecto reparatorio muy importante. Por eso, junto con la verdad va llenando lagunas psíquicas en las víctimas sobre todo. A veces, hay cosas que no pueden relatar, que no pueden incluir dentro de las secuencias de hechos que les ocurrieron en la vida.

–¿Los juicios a los represores permitieron articular la reparación individual con la reparación social?

N. C.: –Sí, nuestro trabajo tiende a indicar eso. Van juntas las dos cosas, según mi manera de ver. La reparación social permite que los individuos puedan sentirse parte integrante de esa sociedad, sin ser rechazados por la sociedad, sintiéndose con derecho a sentir indignación, con derecho a no sentirse responsables por lo que ocurrió sino víctimas. Una de las cosas más difíciles, a veces, en las víctimas, ya sean familiares o víctimas directas es poder sentirse víctimas; es decir poder sentirse con derecho a la indignación. Una cosa es el odio, que es inevitable, y los deseos de venganza que se puedan generar que pueden ser conscientes o inconscientes y otra cosa es el derecho a la indignación. A veces, puede ser necesario poder ubicarse realmente en la condición de víctima, que no siempre es tan fácil.

N. R. R.: –Lo que vos estás mencionando como categorías afectivas, de pensamiento y de fenómenos psíquicos están justamente modificándose y en relación con algún hecho que ocurre en la realidad y que puede ser favorable para que uno pueda sentir determinados sentimientos que son reparatorios o no. O si no, obturarlos. Justamente en este caso, esto es lo que estaría permitiendo sentirse lícitamente víctima porque hay una legitimación de la víctima. No es una acusación del tipo “Algo habrán hecho”, “En algo andaban”, “Deben estar por Europa”, etcétera.

J. J. F.: –Yo pensaba escuchándolos sobre los efectos que esto tiene en el resto de la sociedad: el rechazo a eso que está ocurriendo en el sentido de que las víctimas tomen conciencia.

N. C.: –Que tomen conciencia de su condición de víctimas y la sociedad los acepte como víctimas. Es decir, que no están efectuando un curro cuando se están colocando en la situación de víctimas con derecho a reparación.

–¿Por qué creen que si bien los deseos conscientes e inconscientes de venganza están presentes en víctimas de cualquier tipo de delito, en el caso de las del terrorismo de Estado tienen mucha menos fuerza y significado que el anhelo de reparación?

N. C.: –Por un lado, es un hecho fáctico en las investigaciones que nosotros hicimos.

N. R. R: –Si tenemos el honor de que las Madres de Plaza de Mayo han tenido el peso y el desarrollo no solamente en la Argentina sino que han trascendido a un nivel universal, fue porque no entraron en la venganza. Fue lo que hizo que ellas pudieran tener la grandeza y la iluminación de haber seguido desarrollando una función, una formación, una estructura para que quede un registro de esto. La venganza queda en el hecho individual de vengar una situación personal. La generación de estructura funcionante queda como un registro que le sirve al resto de la humanidad. La grandeza que tiene el grupo de las Madres es esta. No sé cuánto se lo propusieron en forma individual ni si las condiciones se les fueron dando para que esto funcionara de esta manera. Y lo pongo a modo de ejemplo. Yo creo que la reparación reconcilia con el conjunto, repara el lazo social.

N. C.: –Los deseos de venganza pueden ser diferentes en las víctimas de un delito común que en las víctimas del terrorismo de Estado porque en las víctimas de un delito común, la sociedad, la justicia y el Estado están de su lado. En cambio, en estos casos hubo largos períodos de impunidad y de dudas respecto de si se iba a hacer justicia. Incluso, ahora hay dudas sobre si se va a mantener la tendencia a hacer justicia.


Fuente. Oscar Ranzani | Página12

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