lunes 29 de abril de 2024
Edición Nº2331
Actualidad » 13 jun 2018

Libros

“Tenemos muy pocos registros de la vida de las mujeres”

Siete años después de Mujeres tenían que ser, el historiador vuelve a las reivindicaciones de género con un nuevo texto sobre pioneras, insumisas y luchadoras latinoamericanas, que también difunde en formato de charlas públicas en el Centro Cultural Konex.


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“Cuando estudiás historia con la cabeza abierta, casi que lo primero que notás son las injusticias que se cometieron contra la mujer en todos los tiempos. Yo me recibí en 1984, o sea que cursé en una época jodida, con profesores que habían denunciado a alumnos. Y ya en ese entonces muy sanamente se armaban grupos de estudios por fuera del aula, donde alguien conseguía un libro de contrabando de un anaquel escondido, verdaderos tesoros que estaban prohibidos. Estudiar mucho era una forma de resistencia”, dice Felipe Pigna. A él nadie lo puede acusar de oportunista: ya desde esos tiempos de discursos oficializados y sesgados el historiador se sumergió en los pliegues de las reivindicaciones de género.

Gran parte de esos trabajos componen las páginas de Mujeres tenían que ser, su primer libro al respecto, editado en 2011 (y con una notable puesta en el Teatro de la Comedia), y también en Mujeres insolentes de la historia, su texto más reciente con exponentes latinoamericanas e ilustraciones de Augusto Consthanzo, publicado por Emecé. Ambos contenidos son divulgados además en un interesante formato de charlas que Pigna ofrece en distintos lugares del país. Esta noche, mientras la Cámara de Diputados seguirá debatiendo el proyecto de ley de aborto público, seguro y gratuito, el docente y escritor hablará al respecto en la Ciudad Cultural Konex. Un ciclo que comenzó el mes pasado y que finalizará hoy con la exposición de ejemplos de lucha y resistencia feminista durante el siglo XX.


–En Mujeres insolentes... comienza hablando de rebeldes latinoamericanas y recién después se especifica en las argentinas. ¿Este orden fue premeditado?

–Lo pensé en sintonía con la manera en la cual fue bajando la conquista. Las primeras resistentes fueron las indígenas de lo que hoy es República Dominicana y Haití. Anacaona, la primera mujer rebelde de América Latina, se enfrentó nada mas ni nada menos que a las huestes del primer viaje de Colón. Lidera rebelión de culturas pacíficas como lo eran las de los taínos y arahuacos, quienes en principio reciben a los españoles con hospitalidad, aunque luego son traicionados, esclavizados y exterminados: la población original de esa isla fue completamente exterminada y dio origen al reemplazo por la población negra, la mano de obra importada a la fuerza desde áfrinca. Traídos de a millones, fueron los primeros inmigrantes involuntarios.

–¿Por que cuesta encontrar casos de líderes indígenas mujeres en el territorio que luego sería Argentina?

–Porque tenemos muy poco registro de la vida de las mujeres, aparecen muy marginalmente en las crónicas. De por sí los pueblos indígenas eran descartados de los escritos, y mucho más aún las mujeres. Para encontrar datos de ellas hay que rastrear en las estadísticas de hospicios o de cárceles. Muchas que ejercían la medicina ancestral como las machis o las curanderas eran condenadas a la hoguera, antecedente de la Europa medieval que los conquistadores replicaron en América Latina para perseguir a mujeres que tenían mucha influencia social y por eso resultaban peligrosas para la iglesia y los poderes locales.

–El límite cronológico entre ambas charlas del Konex es el principio del siglo XX. Usted señala que el Centenario de la Revolución de Mayo fue fundante de una sensibilidad de género…

–Durante el Centenario se realiza en Buenos Aires el Congreso Femenino Internacional, que fue importantísimo porque participan muchísimas mujeres valiosas y deja como registro un programa que aún sigue vigente: poder participar en política, el derecho al voto, luchar contra el acoso sexual y la discriminación, equidad salarial. Todo eso se dio en esa Buenos Aires en 1910 para aprovechar que venía gran parte de la prensa mundial por los festejos del Centenario y la ciudad era una gran caja de resonancia. Creo que fue un punto de inflexión, como también lo fue en otra medida la Primera Guerra Mundial. Ahí es donde termina el siglo XIX, como sostenía Philip Hobsbaum, porque allí la mujer demostró que podía ser enfermera, arquitecta, ingeniera, maestra, jardinera y todo aquello que el hombre hacía pero no podía por estar en el frente de batalla.

Justamente en ese contexto se aprueba en Inglaterra la ley del voto femenino, en 1917, incluso un poquito antes del fin de la guerra. En la década del ‘20 la mujer emerge porque, buscando su independencia, sale de su casa y ocupa la ciudad. Incluso se traduce en la moda, donde la mujer busca elegancia pero también comodidad. La idea de fin de siglo tiene que ver con que muere la ilusión de fraternidad universal, la hermandad de los trabajadores, el idioma Esperanto. La guerra fue tremenda, sacó lo peor del hombre y puso en crisis esos valores.

–¿La Primera Guerra Mundial entonces sacó lo peor del hombre pero lo mejor de la mujer?

–Puso en evidencia algo que todos sabían pero muchos no querían admitir: que la mujeres estaba en condiciones de hacer las tareas del hombre con igual o mejor eficiencia. No es casual que los movimientos sufragistas surjan en esa época. Es muy interesante ver la propaganda en contra en Estados Unidos, con afiches donde aparece el hombre en la casa cuidando a los pibes, como una cosa tremenda, y a la mujer agitando por el voto… ¡como otra cosa también tremenda! Era lo vendido como antinatural. Una de las insolentes de mi libro, la argentina Virginia Bolten, funda ya en 1897 el periódico anarquista “La voz de la mujer” con el slogan “Ni Dios, ni patria ni marido”. Y cuestionaba también al anarquismo y al socialismo porque consideraba que en la práctica cotidiana sus hombres sostenían el patriarcado lo mismo que el poder capitalista.

–¿O sea que Argentina fue pionera en el periodismo de género?

-¡Desde luego! Está el ejemplo de La Aljaba, un periódico feminista de 1830 que cuestiona la maternidad, el matrimonio y el divorcio. Y también introduce el concepto de infancia, ya que hasta mediados de ese siglo el niño no tenia existencia ni derecho, era propiedad de sus padres y en muchos casos obligado a trabajar sin ningún amparo desde los cinco años.

–¿Observa alguna línea entre la resistencia feminista latinoamericana de los siglos XIX y XX con la fuerza que estos movimientos tienen actualmente en la región?

–La mujer es rebelde por naturaleza, y casi desde siempre fue oprimida por el hombre. Hubo un proceso natural del hombre primitivo, que sentía a la mujer como un ser superior porque daba vida. Eran tiempos de matriarcado, pero cuando el hombre toma conciencia de su rol en la procreación empieza a correr a la mujer a un lugar que empezó a naturalizarse: el del cuidado del hogar. Estamos hablando del Neolítico. A partir de allí las mujeres son desplazadas de la toma de decisiones, aunque desde luego muchas no lo aceptan, como ocurre ya en la democracia ateniense, que era en verdad sólo para hombres y propietarios. Entonces no es cierto que la mujer se resignó: la historia nos muestra cientos de ejemplos de rebeldía frente al poder machista. Algo que costó mucho combatir y que recién ahora parece encontrar espacio. Aunque todavía es complicado: no son pocos los hombres que, más que respetar y entender el mensaje feminista, se cuidan para ser políticamente correctos. “No digo lo que pienso a ver si quedo mal, a ver si se enojan, hoy te tenés que cuidar con lo que decís”. La opresión de la mujer te pone como hombre en un lugar horrendo que todos deberíamos cuestionar.

–¿No siente que, a la inversa, muchos hombres suscriben a los discursos de reivindicaciones feministas sólo para estar “a la moda”?

–Por supuesto que sí, porque hoy queda bien decir esto. Aunque se nota mucho: rascás un poquito y lo ves. Claro que también hay hombres que toman conciencia y advierten el error que cometieron, y eso está muy bien que pase. Hay una didáctica de la calle a partir de las movilizaciones, y me sorprende gratamente como esto prente tan fuerte en niñas y niños en las escuelas. ¡Ya no es un tema traumático, como lo era para nosotros! Pero es necesario complementar esto con la extensión de una educación sexual integral que tienda a la salud. Ya no tiene sentido mostrar la laminita con los aparatos reproductores: los chicos ya lo saben por Internet.

–El avance de la mujer se observa en espacios de resistencia pero también en el acceso a los núcleos de poder, como los ejemplos de Christine Lagarde al frente del FMI o la alemana Angela Merkel liderando el bloque europeo. ¿Estas expresiones vendrían a ser la otra cara de la moneda?

–Es parte del mismo proceso, claro, aunque no necesariamente sus ejemplos más notables. Lagarde no es precisamente el modelo de una mujer buena o sensible, aunque eso de ningún modo invalida los movimientos que sí lo son. Decir que una mujer es mejor que el hombre por el sólo hecho de ser mujer sería tan machista como sostener que es peor. El poder corrompe y oscurece al humano en general, pero claramente la discusión discurre por otros andariveles.

–Hoy se trata el proyecto de ley del aborto en el Congreso, un reclamo nodal del movimiento feminista. ¿Qué lectura histórica hace de esto

–Es un logro muy impresionante y potente de la mujer que se acelera a partir del Ni una menos, una reivindicación que debería ser básica, porque se pide que dejen de cometerse femicidios. Por supuesto que hay rémoras muy fuertes, desde el machismo disfrazado hasta los movimientos pro-vida que defienden la vida en la medida que el niño esté en la panza, pero cuando sale de ella ya a nadie le preocupa que tenga una existencia mínimamente humana y deseable.

Fuente. Página 12

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